El Prado concluye la primera fase de su «otra ampliación». ABC

29 Mar 2010

Tras la ampliación del Prado llevada a cabo por Rafael Moneo con el edificio de los Jerónimos, el museo emprendió su «otra ampliación»: la reordenación y ampliación de sus colecciones.

 

Una de las más esperadas fue la llegada a Villanueva de la pintura del XIX, oculta durante muchos años. Poco a poco se han ido presentando nuevas salas; ayer, las siete últimas, correspondientes a la pintura española del Románico al Renacimiento, patrocinadas por la Fundación AXA. Es una selección poco conocida de las colecciones del Prado, en buena parte porque no procede, como la mayoría de lo expuesto, de las colecciones reales. Entraron casi todas estas obras en el Prado a través de donaciones, legados y adquisiciones. En total, 120: algunas de ellas se muestran por primera vez. Es el caso de la «Virgen de la Leche», de Pere Lembri; dos tablas de Yáñez de la Almedina («San Onofre» y «San Francisco de Asis»); y el «Nacimiento de la Virgen», de Luis de Morales, última compra del museo.

Estas siete nuevas salas, con las que se da por concluida la reordenación de toda la planta baja del Prado, se distribuyen en torno a la Rotonda baja de Goya. Se han recuperado para uso expositivo espacios antes dedicados a dependencias técnicas. A la recuperación de obras se suma la recuperación de espacios originales de Villanueva, como la cripta, para la que se ha recurrido de nuevo a Rafael Moneo, que también ha mejorado la accesibilidad de las salas y ha creado el único espacio del museo -un pequeño patio- desde el que se puede apreciar el cielo de Madrid. El arquitecto restaba ayer valor a su trabajo: «No hemos hecho casi nada, ha sido una intervención mínima».

Maestros olvidados

Vamos descubriendo a estos maestros olvidados, y sus obras más destacadas, recorriendo los nuevos espacios de la mano de dos mujeres que se conocen al dedillo esta colección y la enseñan con pasión, Pilar Silva y Leticia Ruiz. Cada sala está presidida por una o varias obras maestras: «Santo Domingo de Silos», de Bartolomé Bermejo -se ha recuperado la tracería gótica, con largueros del Museo Arqueológico Nacional-; el «Cristo bendiciendo», de Fernando Gallego, y un espléndido conjunto de cuadros de Berruguete; la «Crucifixión», de Juan de Flandes; «Santa Catalina», de Yáñez de la Almedina; la «Anunciación», de Correa de Vivar y la «Última Cena», de Juan de Juanes... Cierra esta colección Luis de Morales, «el Divino».

La sala más espectacular -y en la que la sabia mano de Moneo más se aprecia- es la 51c (antes pasaba inadvertida en el museo): se han restaurado los frescos de la capilla de Santa Cruz de Maderuelo (Segovia) -que adquirió el Estado en 1929 y en 1948 se instalaron en el Prado-, en colaboración con el Instituto del Patrimonio Cultural. Además, recobran su disposición original, en un montaje que recrea los espacios de la iglesia de donde salieron, las seis pinturas de San Baudelio de Berlanga (Soria), que España recuperó gracias a un intercambio con el Metropolitan. La Rotonda baja de Goya ha sido remozada. Luce espléndida en color terracota con una escultura en el centro («La apoteosis de Claudio») y bustos romanos alrededor.

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