El retrato que Goya hizo a su nieto no tiene comprador. El Periódico de Aragón

01 Feb 2013

El retrato de Mariano de Goya, que el pintor de Fuendetodos realizó solo seis meses antes de su muerte se quedó sin comprador en la subasta celebrada ayer en la casa Sotheby's de Nueva York. La pieza, propiedad de George Embiricos, contaba con un precio estimado de entre 6 y ocho millones de euros y fue una de las últimas que realizó el genio aragonés. En el reverso de la tela, garabateó una inscripción en la pintura muy diluida: Goya a su nieto en 1827 a los 81 años de su edad, que había sido transcrito pero nunca reproducido hasta ahora con la eliminación de un lienzo de rebase

En el verano de 1827, Francisco de Goya, a sus 81 años y ya delicado de salud, realizó un arduo viaje de Burdeos, donde estaba exiliado, a Madrid. Lo poco que se sabe de ese viaje es que lo hizo con Juan Bautista de Muguiro, un joven amigo, y que vio a su nieto Mariano. El retrato que ayer se subastó, es un documento de esa visita, de su profundo amor por su nieto y de su transformación notable como artista en los últimos años. Las pinturas que Goya realizó en Burdeos fueron muy diferentes de los retratos de corte, por los grandes bloques de color, la escala de las figuras y su compromiso con el espectador. El retrato de Mariano es muy diferente en el estado de ánimo, pero tiene la misma franqueza y sentido de conexión con el observador. Goya pintó a su nieto de longitud busto, mirando al espectador. Viste traje negro, camisa blanca y chaleco blanco y alrededor de su cuello, un pañuelo negro de gran tamaño.

OBRA 'ESTRELLA'

La pieza del pintor aragonés fue una de las joyas de la subasta ya que durante 60 años no se había expuesto al público. No es la primera vez que un goya no se vende, ya que sucedió lo mismo con El retrato de Juan López de Robredo en una subasta en Christie's, en este caso en Londres.

Quien sí encontro comprador fue Susana y los viejos, de Pompeo Batoni, que se subastó por 10,1 millones de dólares (7,4 millones de euros). El cuadro es indiscutiblemente uno de los mejores cuadros del autor y uno de los pocos en los que trató el Antiguo Testamento. En él, Batoni emplea todos su talento, su dominio del dibujo y el uso preciso del color.

 

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