Ana Alcolea: "Goya no está nada lejos, es la actualidad"

Conversamos sobre los vínculos entre la literatura, la educación y, como no, Goya con la escritora zaragozana Ana Alcolea, recientemente galardonada con el Premio de las Letras Aragonesas 2019.

Italian Notebook
30 Nov 2020

Imagen de Ana Alcolea, recientemente galardonada con el Premio a las Letras Aragonesas 2019. Foto: Enrique Fantova.

Tras haber sido galardonada con el Premio de las Letras Aragonesas 2019, conversamos con la escritora Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) sobre los vínculos entre la literatura, la educación y, como no, Goya. Licenciada en Filología Hispánica y diplomada en Filología Inglesa, Ana Alcolea ha sido profesora de Lengua y Literatura durante más de veinticinco años y es una de las autoras más leídas de nuestro país (desde 2001 ha publicado más de una veintena de novelas y once cuentos). Aunque el grueso de su producción literaria está destinada a niños y jóvenes, cuenta con tres novelas dirigidas al público adulto, ha publicado ediciones didácticas de obras de teatro y numerosos artículos sobre la enseñanza de la Lengua y la Literatura. A lo largo de su carrera ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales, entre los que destacan el Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil (2011), el premio CCEI de Literatura e Ilustración Infantil y Juvenil (2011), el Artes y Letras de Heraldo de Aragón (2015), el Premio Cervantes Chico de Literatura Infantil y Juvenil (2016) o el galardón de Alumna Distinguida de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza (2019).

Actualmente, imparte multitud de charlas en colegios e institutos a lo largo del mundo, a través de las que trata de contagiar su enorme amor por la literatura entre los más jóvenes, y acaba de publicar su última novela: El brindis de Margarita (HarperCollins, 2020).

Recientemente, has recibido el Premio de las Letras Aragonesas 2019, ¿qué ha supuesto para ti este galardón?

Mucha emoción, nunca esperas un premio de este tipo, que, además, contiene el nombre “letras” y el adjetivo “aragonesas”, y eso para un escritor aragonés es siempre muy emocionante. Me siento muy privilegiada y, sobre todo, muy agradecida al jurado y al Gobierno de Aragón.

¿Podría decirse que también ha sido un reconocimiento a la literatura infantil y juvenil?

Sí, el Gobierno de Aragón siempre ha apostado por los programas de lectura y, además, en Aragón hay muchos escritores de literatura infantil y juvenil. Realmente, es mucho más difícil escribir para niños que para adultos, mucho más, y está muy bien que se reconozca ese mérito. Es una responsabilidad enorme, tienes que mimar mucho el lenguaje, porque lo que leen los niños está conformando su pensamiento.

En tu discurso al recibir el premio señalaste: “Creo en la literatura como vacuna contra la ignorancia”, una frase que podría haber pertenecido al mismísimo Goya. ¿No hemos cambiado tanto desde entonces?

La verdad es que no lo había pensado, pero es cierto que me salió una frase muy ilustrada (risas). Los ilustrados como Goya, el padre Feijoo o Jovellanos y, después, los románticos, como Larra, lucharon contra la ignorancia y se desesperaron ante las luchas intestinas de esas dos Españas que Goya reflejó tan bien en su obra. Y en estos tiempos oscuros, de crisis, nos hace mucha falta esa luz de la ilustración, de la literatura, del arte, de la sabiduría. La cultura es el pilar fundamental en el que se asienta el individuo y la sociedad, es lo que nos diferencia de los demás seres vivos, y sin ella nos lo creeremos todo y perderemos todo aquello que construyeron nuestros antepasados para que llegáramos hasta aquí.

¿Crees que la figura de Goya es suficientemente conocida entre los más jóvenes?, ¿cómo se podría difundir mejor?

Una de mis novelas juveniles, Napoleón puede esperar, está ambientada en los Sitios de Zaragoza y trata sobre la misteriosa desaparición de unos cuadros de Goya en la iglesia de San Fernando. Así que, cuando escribí este libro lo que quería también era dar a conocer su figura.

Hay muchas cosas que damos por sabidas y que los más jóvenes no conocen. Yo supe de Goya desde muy pequeña, mis padres me hablaban de él, era de como de la familia. Zaragoza es Goya. Ahora, en gran parte de las familias no se habla tanto de historia o de arte. Y Goya no está nada lejos, Goya es la actualidad. En las noticias vemos los Disparates, los Caprichos, o el esperpento que, como decía Max Estrella en Luces de bohemia, inventó Goya. Hay que conocer a Goya para entender gran parte del arte del siglo XX, y por eso sigue siendo muy actual y sería fácil que los chicos lo comprendieran.

¿Y dentro de las aulas?, ¿quizá se enseña demasiado tarde?

Hay muchas cosas que se explican demasiado tarde. A mí no me hizo falta llegar a COU, ni a 1.º de BUP, para sabe quién era Goya. En casa tenías libros que curioseabas, tus padres te llevaban al Museo de Zaragoza, y una de nuestras primeras salidas en coche fue a Fuendetodos y, después, a Muel. Tienen que saber quién fue Goya desde bien pequeños, se pueden hacer muchos proyectos desde diferentes ámbitos —gubernamentales o desde los colegios— y, no solo porque fuera aragonés, sino porque es una figura universal.

Como buen ilustrado, Goya veía en la educación un camino hacia el desarrollo de la sociedad, ¿son por ello tan importantes para ti las numerosísimas charlas que impartes para niños y jóvenes en colegios e institutos?

Las charlas son muy enriquecedoras para mí. Se da una retroalimentación que me ayuda a conocer mejor sus inquietudes, y a poder compartir con ellos mi amor por la literatura. Por eso las comienzo con una reflexión sobre qué es leer, y por qué es tan importante hacerlo. Lo que menos me importa es hablar sobre mis libros, quiero que lean para que sean ciudadanos libres. Leer alimenta nuestro pensamiento, y es fácil de entender si pensamos en por qué a las generaciones anteriores no les enseñaron.

¿Consideras que del mismo modo que se han de potenciar los hábitos de lectura entre los más jóvenes también se debería educar su mirada artística?

Absolutamente. En esta época tan visual hay que aprovechar esa ventaja, tenemos que ofrecerles contenido visual interesante para formar su mirada. La diferencia entre quien escribe y quien no, es la mirada, pero la capacidad de convertir un objeto en materia literaria también se educa. Los escritores hemos crecido mirando. Ojeando libros de arte en casa de repente te encuentras con La lechera de Burdeos de Goya, te preguntas de quién es y, entonces, curioseas. A través solo de pantallas no se pueden encontrar por casualidad a Goya y, por eso, hay que estimular su mirada y su curiosidad. Una cosa es ver y otra mirar, y ven mucho, pero a lo mejor, miran poco.

Para tus libros has contado con la colaboración de grandes ilustradores como el también zaragozano David Guirao, ¿cómo es de relevante para ti la relación entre palabra e imagen en la literatura infantil y juvenil?

Tengo una suerte bárbara con los ilustradores que me han tocado y, especialmente, con David. Nunca le digo qué tiene que ilustrar, porque mis palabras le sugieren cosas muy diferentes. Por eso el trabajo de David Guirao es tan fascinante y enriquecedor. Las ilustraciones que hizo para Napoleón puede esperar son espectaculares. Son un homenaje a los Caprichos, todas tienen debajo un lema, y las realizó en blanco y negro como si fueran grabados. En David se da esa capacidad de ahondar en las palabras y, a partir de ahí, crear una imagen que te está contando una historia; tal y como hacía el propio Goya.

Y, volviendo a tu libro Napoleón puede esperar (Pearson Alhambra, 2012/Anaya, 2018). ¿Cómo surgió la idea de escribir una novela con un misterio en torno a la obra de Goya?

Desde la terraza de mi casa de Zaragoza, en Torrero, veía todos los días la cúpula de la iglesia de San Fernando y recordaba cómo la profesora que tuve en COU nos contó que allí hubo tres cuadros de Goya, me preguntaba dónde estarían. Hay dos teorías sobre ello, una que los soldados franceses los utilizaron como capas —un impermeable perfecto para el frío de Zaragoza—, y otra, la defendida por Antonio Beltrán, planteaba que se los llevaron durante la retirada y que ahora están en algún palacio en Francia. En mi novela un soldado francés finalmente consigue rescatar uno de ellos, el dedicado a santa Isabel de Portugal curando una enferma, por ser un personaje muy de Zaragoza, ya que fue una princesa aragonesa que nació en la Aljafería.

¿De tus primeros recuerdos de la obra de Goya cuentas con alguna obra favorita?

El retrato de Fernando VII. Imagino que la primera vez que lo vi fue de niña en el Museo de Zaragoza. Antes de conocer su historia, me fijé en aquel rostro tan adusto y me pareció muy siniestro. Goya sabía muy bien lo que estaba pintando, ya nos estaba contando quién era aquel hombre por el que después se tendría que marchar al exilio.

A lo largo de tu trayectoria no solo te has ceñido a la literatura infantil y juvenil, y un ejemplo de ello es tu última novela, El brindis de Margarita (HarperCollins, 2020). ¿Qué nos puedes contar de ella?, ¿cómo está siendo su acogida?

Estoy muy contenta. Está teniendo muy buenas críticas, y este mes está en la lista de los más vendidos en Aragón. Recoge los recuerdos de tres generaciones: la mía que éramos adolescentes en la Transición, la de nuestras madres que nacieron durante la guerra y vivieron durante la posguerra, y la de nuestras abuelas que nacieron en el siglo anterior y vivieron todo el siglo XX, mi abuela murió con 103 años. Describo el choque con la Transición, con la llegada de la libertad la generación de mis padres no supo qué hacer ella. Darte cuenta con 50 años de que tu vida podría haber sido de otra manera es muy duro y conflictivo.

Ha sido una novela muy intensa de escribir, salió con mucha facilidad porque está basada en muchos recuerdos reales, pero también con mucho dolor.

¿Has pensado en volver a Goya para inspirarte?

A Goya lo tengo siempre muy presente. Mi último libro, por ejemplo, es muy descarnado, no es nada complaciente, ni con la protagonista, ni con toda la sociedad. Goya nos muestra a sus personajes sin piel, como si les hubiera arrancado todo lo que les embellece para enseñarnos su parte más brutal, la parte negativa del ser humano. Y mis últimos libros son así de brutales. Y ese genio de Goya no digo que se nos haya pegado, pero sí forma parte de nuestra cultura diaria en Zaragoza.

 

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