Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza y aparición al apóstol Santiago

El cuadro representa un episodio que la tradición mariana sitúa en el año 40 d.C. Santiago el Mayor y sus discípulos se encontraban en la ciudad de Zaragoza cuando, a orillas del Ebro, escucharon voces de ángeles que cantaban Ave María gratia plena, anunciando así la aparición en carne mortal de la Virgen María sobre una columna de jaspe que instó al apóstol a la predicación de su culto por España y a la construcción de un templo en el lugar de los hechos.

El ‘sagrado simulacro’ marca el eje central de la composición, distinguido con una gran aureola. En la mitad inferior destaca arrodillado el apóstol Santiago, caracterizado por el bordón que lleva en su mano derecha y las conchas de peregrino sobre su hombro izquierdo. Forma un bloque con el grupo de siete hombres a los que había convertido (en realidad, solo hay seis visibles). De acuerdo a la tradición sus nombres eran: Torcuato, Tesifón, Cecilio, Iscio, Segundo, Indalecio y Eufrasio. En la composición es patente el juego de diagonales de estirpe barroca, si bien el sentido del color y la definición de las posturas y rostros resultan estilísticamente más avanzados. Las tonalidades vivas y luminosas recuerdan a las de La predicación de San Bernardino de Siena (1781-1783).

También se aprecia una estrecha relación entre los dos ancianos barbados con túnica blanca y los apóstoles de la cúpula de Regina Martyrum en la Basílica del Pilar de Zaragoza (1780-1781).