Amparo Martínez: “Sin Goya no se puede entender a todos aquellos cineastas que abordan la psique humana”

Tras su reciente nombramiento como patrona de mérito de la Fundación Goya en Aragón, conversamos con Amparo Martínez Herranz, profesora de Historia del Cine en la Universidad de Zaragoza.

Cuaderno Italiano
19 may 2020

Amparo Martínez, profesora de Historia del Cine en la Universidad de Zaragoza, y patrona de mérito de la FGA.

Amparo Martínez Herranz (Zaragoza, 1966) es profesora de Historia del Cine en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, y desde 2010 coordina un equipo y proyecto I+D orientado al “Estudio de la cultura audiovisual del tardofranquismo (1959-1975)”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Martínez Herranz ha investigado sobre distintos aspectos relacionados con la arquitectura para el ocio, así como cuestiones relacionadas con la historia del cine en Aragón, los vínculos entre cine y literatura, cine e historia o los orígenes del cine en España. Asimismo, ha comisariado algunas de las exposiciones más exitosas lanzadas en los últimos años desde el Gobierno de Aragón, como la muestra de Ramón Masats sobre el rodaje de “Viridiana” o la exposición “Goya y Buñuel. Los sueños de la razón”, que se inauguró en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid para ser itinerada posteriormente al Museo de Zaragoza y al Museo Goya.

El pasado diciembre fuiste nombrada patrona de mérito de la Fundación Goya en Aragón, ¿cómo te sentiste al recibir la noticia?

Primero, sorprendida y, después, muy honrada. Para mí es un privilegio formar parte del Patronato y estar en él con personas a las que admiro. Y, por supuesto, también es una oportunidad para trabajar en pro de la cultura aragonesa, de la cultura en general.

¿Qué aspectos sobre la obra o la figura de Goya crees que se deberían potenciar desde la FGA?

Por un lado, se debe mantener, cultivar y revisar el catálogo de la obra de Goya. En ese sentido la FGA tiene un catálogo online completísimo, que siempre ha de estar al tanto de las obras nuevas que aparezcan, así como de analizar aquellas actualizaciones que sean dudosas. Y, por otro lado, se ha de trabajar en la difusión de su legado, dentro del propio sistema educativo aragonés, y como motor de actividades extraordinarias: ciclos de conferencias, exposiciones... La FGA es una gran plataforma desde la que activar y coordinar todo tipo iniciativas relacionadas con la obra de Goya.

Como historiadora del arte y especialista en géneros audiovisuales, ¿de qué manera consideras que ha influido la obra de Goya en el mundo audiovisual?

Hay muchos más ejemplos de los que somos conscientes. Es una figura que ha generado imágenes tan potentes, tanto desde la pintura como desde el grabado, que se ha convertido en parte de la iconografía contemporánea. A lo largo del siglo XX, infinidad de corrientes se preocuparon por captar el subconsciente. Y ese germen ya lo encontramos en la obra de Goya; primero, apuntado en los Caprichos; después, desarrollado en los Disparates; y, por último, en las Pinturas negras como la eclosión de la que bebieron muchos de los vanguardistas. De modo que, sin la obra de Goya no se puede entender el arte contemporáneo —especialmente a los movimientos de vanguardia—, pero tampoco a Hitchcock, David Lynch o Buñuel; es decir, a todos aquellos cineastas que abordan psique del individuo.

Pero, además, Goya también se dio cuenta del poder del arte como herramienta de cambio social, ¿podríamos decir que ese testigo lo recogió el cine en el siglo XX?

Exacto. En Goya encontramos ese espíritu crítico que, desde una posición ilustrada, busca una sociedad mejor. Del mismo modo que los movimientos humanistas del siglo XX también utilizaron la crítica para tratar de romper el orden establecido y disolver las convenciones políticas y religiosas. El uso del cine como conciencia, como posicionamiento crítico, está en Los olvidados de Buñuel, en el neorrealismo italiano o en el realismo poético francés.

Y también podemos ver esa influencia en lo formal, en lo estético…

Sí, no solo lo encontramos en la forma de dar una pincelada o de componer un encuadre, también en la manera de iluminar. Por ejemplo, en la película Tango, de Carlos Saura, hay una secuencia iluminada como Los fusilamientos”, con un foco de luz centralizado. Aunque la iconografía no sea la misma, sí lo es la manera de entender la luz para destacar a los héroes.

¿Podríamos decir que Buñuel y Saura son los dos directores españoles más goyescos?

Goya ha influido más en Saura que en Buñuel; probablemente, de forma indirecta por Buñuel y de forma directa por el propio pintor, al que conoce muy hondamente. Saura es un cineasta en constante formación, que se ha preocupado por estudiar y entender la obra de Goya; un hecho latente en su manera de trabajar el inconsciente, y el deseo, en sus películas.

Y respecto a Buñuel, hace un par de años comisariaste, junto a José Ignacio Calvo, la exitosa muestra “Goya y Buñuel. Los sueños de la razón”, donde explicabais la conexión existente entre ambos artistas, ¿en qué consistía?

El primer reto que nos propusimos fue romper con el tópico de que se parecen porque los dos fueron aragoneses, sordos y afrancesados. Queríamos entender qué parentesco tenían como creadores. Y todo fluyó cuando partimos de que ambos contaron con una curiosidad extraordinaria, y con la ambición de ir más allá de los límites del espacio aragonés, y de la cultura española. A partir de ahí, vino su preocupación por el ejercicio de la libertad, su espíritu crítico, su mirada al interior..., el discurso salió solo.

Una muestra en la que, precisamente, también señalabais cómo el interés de Buñuel por Goya surgió preparando un guion sobre su vida en 1926. Desde aquellos inicios, ¿cómo ha tratado el cine la figura de Goya?

Hay ejemplos de todo tipo y de épocas muy diversas, desde iniciativas del cine mudo hasta obras televisivas contemporáneas. Hace un par de años, Fernando Sanz y Francisco Lázaro, miembros del grupo de investigación que coordino, publicaron Goya en el audiovisual. Un libro —que ya es una obra imprescindible— en el que se hace un recorrido por todas las adaptaciones, versiones y relecturas que se han hecho, tanto en cine como en televisión, sobre y de la obra de Goya.

¿Y qué evolución podemos encontrar en esas adaptaciones?

Es fácil entender que lo primero que se hace con un pintor —con un espíritu heredado del romanticismo— es novelar su vida de una forma bastante fantasiosa y poco próxima a la realidad. Y en el caso de Goya, esta ha sido la tendencia más habitual, incluido el guion de Buñuel, hasta Milos Forman en 2006. A cambio, entre tanto, se han ido haciendo documentales mucho más valiosos sobre su figura. No obstante, estos acercamientos fantásticos siempre son útiles, pues despiertan curiosidad sobre el autor y, si como espectadores tenemos un espíritu crítico, acabaremos ahondando en él.

¿Cuál consideras que es la mejor película que se ha hecho sobre Goya?

La mejor obra y la más coherente es la de Carlos Saura. En Goya en Burdeos hay muchas preguntas interesantes: qué es lo que impulsa a un artista a crear, cómo son sus procesos creativos, cómo funciona su mente, cuáles son sus fantasmas... Y todo ello, además, lo hace con una belleza formal extraordinaria.

Un videoclip de la cantante Rosalía, la serie El Visitante (HBO) o la película El asesino de los caprichos se han servido ultimamente de la iconografía de Goya, ¿crees que este tipo de referencias ayudan a que continúe presente en el imaginario colectivo?

Goya tiene esa modernidad, aborda cuestiones universales que aún nos seguimos preguntando. De hecho, en cada momento de la historia nos hemos quedado con la parte de su obra que más hablaba de nuestra realidad. Durante el franquismo eran muy populares sus cartones para tapices —su parte más amble— y, sin embargo, ahora que hemos desarrollado un espíritu más crítico, nos interesa más su lado complejo, más oscuro, más provocativo visualmente, y que nos obliga a pensar. Los ejemplos que citas nos pueden gustar más o menos, pero son una muestra de que sigue siendo un referente. Y un ejemplo de esa capacidad de renovación es que algunos de mis alumnos me hayan propuesto trabajar la iconografía de Goya a través de las series de televisión.

¿Cuál crees que es su imagen más cinematográfica o que a ti te parece más inspiradora para el cine?

Aun aprendo. Es la imagen de alguien que en el final de su vida —riéndose de sus propias limitaciones físicas—, se propone seguir mirando el mundo con curiosidad. Es un lema vital y, además, cinematográficamente es un discurso abierto. Con Aun aprendo puedes contar la vida de Goya, la de un personaje de sus Caprichos o la de cualquiera, y terminar la película con un final abierto, que son los buenos.

Y, para terminar, ¿si Goya hubiera sido un director de cine, quién sería?

Buñuel. Y no lo digo como respuesta fácil (risas). Sería él o cualquier cineasta que no busque ser complaciente. Podríamos decir que por cada faceta de Goya hay un director. Aunque si juntamos todas esas facetas Buñuel es el más parecido, también podría ser Ken Loach por su compromiso social, o David Lynch por su exploración de un costumbrismo incómodo y, a la vez, estéticamente muy atractivo. No se trata de ser una copia de Goya, sino de tener un espíritu goyesco a la hora de concebir la realidad y, por tanto, también el arte.

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