El perro volante (G.5)

Véase Se hace militar (G.1).

Se trata de uno de los dibujos más crípticos del Cuaderno G pues en él vemos un ser alado con aspecto de perro que vuela en picado hacia el suelo, mostrando los colmillos con fiereza, hacia una parcela de terreno rehundida, en la que podría desplegarse un poblado o una muchedumbre. Con más atención, observamos que esta criatura fantástica es aún más compleja; su cabeza, cuerpo y rabo son de mastín, pero posee patas de ave palmípeda y de su lomo surgen unas enormes alas emplumadas muy similares a las del Dédalo viendo caer a su hijo Ícaro (H.52). Resulta un híbrido de mamífero, ave y reptil. Es visible un gran arrepentimiento de la pata trasera izquierda. Hay otros dos detalles que enriquecen aún más la imagen. Uno es el collar con pinchos que llevaban los perros pastores para protegerse de la mordedura de los lobos. Además, entre la unión de las alas, se ha identificado una especie de libro abierto. El eje de su cuerpo articula en diagonal la composición, acentuando la sensación de caída del animal, que parece planear hacia su destino y mira con ojos muy expresivos. La imaginación artística demostrada por Goya en la concepción de este ser ha sido destacada por todos los autores que han abordado este intrigante dibujo. Aunque son muchas las creaciones de Goya que representan seres que vuelan por distintos medios- seres humanos, animales, demonios o criaturas fantásticas-, este perro volante resulta tan ambiguo que no se ha llegado a una interpretación convincente de su significado exacto ni, por el momento, se ha encontrado una eventual fuente de inspiración iconográfica o literaria. En este mismo Cuaderno G, por ejemplo, encontramos el “toro volador” de El toro mariposa, pero la puesta en escena, la composición y el tono son completamente distintos. Gassier destaca la amenaza sobrenatural que supone el animal y su capacidad de hacer verosímil su existencia gracias a la habilidad de la mano de Goya con los lápices, detallando la mirada, las orejas y otros detalles con minuciosidad, gracias al lápiz litográfico. Por su parte, Michael Armstrong Roche (en MENA, 1988) hace una lectura política en relación al manido anticlericalismo de Goya. Así, el perro pastor sería una alegoría del mal pastor, el mal sacerdote que ataca a su propio rebaño. Jonathan Brown descarta totalmente esta lectura porque, nos recuerda, el perro ha sido tradicionalmente símbolo de la fidelidad y no encuentra en el dibujo ninguna alusión directa al clero.