Gran disparate (G.9)

Véase Se hace militar (G.1).

En el centro de la escena aparece sentado un hombre de cuerpo fornido decapitado. Pese a ello, intenta dar de comer con una cuchara a su propia cabeza, que sujeta sobre una mesa. Tras él, otro personaje ha metido un embudo en el hueco del cuello y vierte el contenido de una jarra por él. El proceso tiene un espectador, una mujer anciana, que contempla lo que ocurre desde el lado izquierdo de la escena, que incluye algunos recipientes e instrumentos en un plano posterior. Todos los autores que han analizado la imagen coinciden en relacionarla con la Extracción  de la piedra de la locura de El Bosco, que Goya habría podido contemplar, puesto que formaba parte de las colecciones reales. La pintura del pintor flamenco satirizaba, además de la estupidez humana, la ignorancia del propio enfermo, de clérigos y de cirujanos. De hecho, el embudo simboliza, en el lenguaje alegórico, el conocimiento adquirido sin reflexión y de forma mecánica. De este modo, Goya construye mediante esta  escena, aparentemente sin sentido y brutal, una muy crítica alegoría sobre la ignorancia. El cuerpo, desconectado de la cabeza, la Razón, recibe el conocimiento ajeno sin discernir, simbolizado por el líquido. A su vez, la cabeza, separada y con los ojos cerrados, es alimentada sin criterio y a la fuerza por el cuerpo irracional. Dentro de la obra de Goya, puede encontrarse una sátira de la ignorancia muy similar en Capricho 50. Los Chinchillas (enlazar), donde unas figuras idiotizadas están siendo alimentadas a la fuerza por la ignorancia- que lleva los ojos vendados- con una cuchara, según explica en sus comentarios el propio Goya. Asimismo, el personaje de la vieja, según Gassier, recordaría a algunas figuras de rostro desfigurado de las Pinturas Negras (enlazar). También se ha aludido como posible referencia, a una estampa del grabador flamenco Romeyn de Hooge, en la que aparecen verdugos que alimentan a la fuerza a través de embudos (ca. 1670). Formalmente, el dibujo es muy efectivo, porque el trazo del lápiz litográfico se ajusta muy bien al expresivo tema: los personajes tienen unos rasgos difusos y el efecto general es unitario y posee un acabado vibrante.