No puede ya con los 98 años (D.23)

Véase Suben alegres (D.2).

Un hombre muy anciano, abrumado por el peso de su propio cuerpo, intenta caminar ayudándose de dos bastones.

Esta escena, extraída de la vida cotidiana, nos muestra una imagen universal de la vejez captada por un pintor también anciano y que había sufrido una grave enfermedad de la que había logrado sobreponerse. Es una de las varias representaciones de ancianos que incluyó Goya en el hoy disperso Cuaderno D o Cuaderno de Brujas y Viejas. La propia leyenda que acompaña y da título al dibujo incide en el asunto de la vejez, pues describe con llaneza la fragilidad física y mental propia de esa etapa de la vida, aludiendo quizá también a la impotencia sexual que es habitual en la misma.

Goya supo aprovechar el papel en el que plasmó el dibujo para realzar la sensación de aislamiento del anciano, al colocarlo en la mitad inferior del mismo sin más aditamentos, permitiendo que el gran fondo blanco de la mitad superior sugiriera su soledad. El propio papel en blanco sirvió a Goya para sugerir la cabeza calva del personaje.