¡Quién lo puede pensar! (C.105)

Véase Por no trabajar (C.1).

Estamos ante un sobrio dibujo en el que Goya, con unas pocas líneas, consigue resolver el personaje, darle volumen y transmitir el sufrimiento que padece.

Un hombre de rodillas, con las manos atadas a su espalda, está a su vez atado a la pared mediante una gran cadena sujeta a una argolla. Lleva una especie de hábito o saya puesta y está doblado hacia el suelo proyectando una pequeña sombra sobre el mismo. No hay más detalles, no hay más contexto. Podemos imaginar que la escena se desarrolla dentro de la celda de una prisión, pero tampoco es seguro, ya que está muy iluminada. La leyenda que acompaña al dibujo rebela de nuevo la indignación de Goya ante el hecho reflejado.

A nivel compositivo, formal y temático, la presente obra guarda una estrecha relación con otro dibujo de Goya de temática similar, aunque no perteneciente al Cuaderno C, sino preparatorio, al parecer, de una estampa: Silueta de prisionero encadenado de frente (ca. 1815).

Este dibujo del Cuaderno C forma parte de la subserie general de 29 dibujos correlativos (C.85-C.114) dedicados a presos y torturados por el Santo Oficio.