Religioso comiendo de un barreño (H.63)

Véase El cántaro roto (H.1).

En este dibujo Goya retoma el tema de numerosas obras anteriores, estampas y dibujos, en las que el autor satiriza la relajación de costumbres del clero, una cuestión que había sido objeto de fuertes críticas por parte de distintos autores arbitristas e intelectuales desde mediados del siglo XVIII. Desde el punto de vista ilustrado, las manos muertas de las órdenes regulares impedían el avance del país y su estilo de vida entraba en contradicción con sus postulados. Aquí se visualiza muy claramente uno de esos vicios que se les achacaba: la glotonería. Goya ha retratado a un eclesiástico saciando su enorme apetito, identificable por su hábito oscuro y su bonete. La oronda figura se ha arremangado y se protege con un gran babero, sentado en una cómoda silla de brazos y ante una mesa vestida con un rico mantel. Se vuelca sobre su pitanza con ansia, a punto de llevarse a la boca el contenido de una gran cuchara, al tiempo que sujeta un cuenco o bacía de gran tamaño con la mano derecha, que también agarra otro cubierto. Al igual que en algunos dibujos que se encuentran al final de este Cuaderno H, la figura ha crecido hasta ocupar monumentalmente la casi totalidad del papel. Esta desproporción acentúa el carácter excesivo de la escena y el apetito de su protagonista.

Por su temática, la obra se relaciona con diversos dibujos de Goya en los que este satiriza la glotonería, como ¡Qué desgracia! (C.21), Comer bien, beber mejor y dormir, holgar y pasear (C.77), El glotón (F.64) o Comer mucho (¿G.55?).