Diligencias nuevas, sillas de moda o sillas de espaldas (G.24)

Véase Se hace militar (G.1).

Es uno de los dibujos del grupo, dentro del Cuaderno G, en que Goya representa curiosos medios de locomoción que descubrió en sus estancias parisina y bordelesa. Cuatro de ellos corresponden a sillas de respaldo o de espaldas, un pintoresco medio de transporte para un solo pasajero. En este dibujo observamos al conductor, que carga sobre sus hombros una caja de madera del tamaño de una persona, girar la cabeza para escuchar las indicaciones de la pasajera, una dama cuyo rostro sonriente observamos a través de la ventanilla. Goya juega con las apariencias opuestas y el claroscuro. Ella aparece iluminada, cómodamente sentada y ajena al esfuerzo que hace su conductor, quien permanece en sombras y hace esfuerzos con los pies firmemente plantados en el suelo para mantener la caja en vertical. Su atuendo no puede ser más distinto tampoco: él lleva un viejo y rustico sombrero, viste ropas de trabajo y pantalones abotonados, mientas que la dama está tocada con un recargado gorro. El diferente tratamiento de las luces dado a la silla (iluminada en la parte superior y sombreada en la inferior) acentúa esta desconexión entre dos posiciones, dos realidades tan diferentes que se han unido de forma fugaz. La leyenda A la comedia, que figura sobre la portezuela de la silla junto al número de licencia del vehículo, lleva a Gassier a ubicar la escena en los alrededores de la calle parisina de Marivaux, en la que el artista residió por dos meses y junto a la Opera cómica, entonces Teatro de los Italianos. Galassi cree que también podría tratarse de una cita a la Place de la Comédie de Burdeos, donde se podían alquilar estos transportes y cerca de donde vivió Goya casi un año. Al parecer, su amigo Moratín iba allí al Grand Thêatre a diario. Galassi ve, incluso, en esta escena una crítica implícita a la carga que suponían los privilegiados sobre las clases populares, al igual que había hecho en el Capricho 42. Tú que no puedes (enlazar). En el lado derecho de la silla se observa un curioso arrepentimiento: una vieja parece sorber de un gran tazón que sujeta con ambas manos.