Mujer con dos niños (H.43)

Véase El cántaro roto (H.1).

Es una de las escenas de cálida domesticidad que se mezclan en este Cuaderno H con otras de tono más violento o pintoresco. Es el caso de un dibujo del mismo tema, Mujer joven con un niño en brazos (H.49), que, sin embargo, está bañado en una atmósfera tenebrista opuesta a la del luminoso dibujo que nos ocupa. En efecto, la luz inunda la figura de una joven madre, quizá una campesina con su toca o turbante sujetándole los cabellos, que está recostada sobre una especie de fardo acompañada de sus dos hijos pequeños. Con una amplia sonrisa de gruesos labios, abraza a uno de sus pequeños sobre su pecho, mientras que el otro, con el que intercambia una amorosa mirada, juega próximo a ella. Se distingue un arrepentimiento, dos piernas borradas bajo la figura del niño sentado. Los sutiles trazos con los que ha construido la escena, enmarcada en una especie de burbuja en el centro de la hoja, la gradación delicada del sombreado, así como el predominio de las líneas curvas, redundan en una representación idealizada e intimista de la maternidad.

Al igual que Goya retrata a la mujer bruja, prostituta, presa o víctima, también trata a lo largo de toda su obra el arquetipo ilustrado de la “buena madre” y “buena mujer”, como en el dibujo Buena mujer, parece (C.9). De hecho, aquí ha subrayado la ternura del momento, captando de forma muy diestra a las dos criaturas, algo especialmente evidente en los pequeños pies del bebé al que abraza la madre. Su forma de estrecharlo entre sus brazos refuerza la idea de protección, devoción y presencia que los nuevas corrientes de pensamiento habían ido asociando a la figura materna desde finales del siglo XVIII.