No abras los ojos (C.106)

Véase Por no trabajar (C.1).

Escena en la que destaca el contraste entre la blancura de la figura femenina protagonista, que está recostada, y la superficie oscura en la que se apoya, un montón de paja. Al fondo a la derecha se aprecia una cadena fijada a la pared mediante una argolla. Gracias a ese pequeño detalle se deduce que la joven es una prisionera. Ella está descalza, con las manos aparentemente atadas a la espalda, las piernas separadas y la cabeza ladeada hacia su derecha. Sus ojos están cerrados y el gesto general del rostro es como de descanso, con pequeñas sombras bajo la nariz y la barbilla que le aportan volumen y nos dan la pista de que la muchacha ha sido maltratada. De hecho, todo parece indicar que yace sin sentido sobre el montón de paja.

Goya ha logrado transmitir con eficacia la sensación de que la figura es inocente, sobre todo por la delicadeza que ha tenido al dibujarla y por colocarla en claro contraste con el montón de paja. A su vez, la leyenda que acompaña a la obra, sutil pero terrible, es de nuevo un diálogo entre el artista aragonés y la protagonista: le dice que sería preferible que cerrara los ojos, aunque la oscuridad fuera para siempre, a que viera o sufriera de nuevo la barbarie.

Este dibujo del Cuaderno C forma parte de la subserie general de 29 dibujos correlativos (C.85-C.114) dedicados a presos y torturados por el Santo Oficio.