Divina libertad (C.115)

Véase Por no trabajar (C.1).

Un hombre de rodillas en el suelo y con los brazos extendidos sonríe, expresando su rostro una alegría desbordante. Va vestido como un caballero de las primeras décadas del siglo XIX, con capa y sombrero de copa. No se arrodilla para rezar sino para recibir con entusiasmo la Libertad, simbolizada por unos grandes rayos de luz que inciden desde arriba a la izquierda ocupando todo el fondo de la escena. Esos mismos rayos son los que iluminan directamente las manos del hombre, su rostro y parte de su vestimenta, quedando el resto en ligera penumbra gracias a la aguada.

En el suelo una hoja de papel y una pluma nos dan una pista de cuál es la dedicación del personaje: la escritura, que para ser ejercida requiere libertad de pensamiento y de expresión, siendo la condición por excelencia de la dignidad humana, una condición que en España apenas se había dado antes de 1820, cuando se produjo la revolución de Riego, que dio inició al Trienio Liberal, durante el cual se restableció la Constitución de 1812.

Este dibujo, el primero tras la serie de 29 dibujos correlativos dedicados a presos y torturados por el Santo Oficio, supone un auténtico rayo de esperanza que da paso a la parte final del Cuaderno C, cuyas obras están marcadas por un talante más optimista, al aludir algunas de ellas a las ilusiones y proyectos de los liberales.