El tiempo hablará (C.107)

Véase Por no trabajar (C.1).

Una mujer joven se encuentra dentro de una oscura celda en la que existe, al fondo a la derecha, una ventana enrejada por la que penetra una tenue luz que ilumina el espacio, aunque dejando en penumbra algunas partes del cuerpo de la muchacha como sus pies. Está erguida, con las manos atadas por delante y va descalza. Al fondo de la celda a la izquierda vemos una pesada puerta cerrada por barrotes. La luz que ilumina la figura permite apreciar con nitidez el delicado tratamiento de la misma, con un rostro muy cuidado dominado por un claro gesto de agotamiento físico que se complementa muy bien con la propia postura corporal, de hombros ligeramente caídos.

Stepanek hace referencia a la leyenda que acompaña al dibujo y explica que la heroica muchacha se yergue con la seguridad de que a su debida tiempo, cuando la verdad salga a la luz, será liberada y redimida. La describe como una figura de gran tamaño para el espacio en el que se encuentra y aclara que al representarla así, sola en la celda, Goya pretendía hacer referencia a las cárceles de la Inquisición, en las que se separaba a los acusados y se les dejaba aislados, obligándoles a guardar secreto sobre los procedimientos inquisitoriales.

La hoja está casi totalmente cubierta de aguada de tintas parda y de bugalla sobre una ligera preparación de tinta china, para proporcionar al calabozo toda su profundidad y su aspecto oscuro y sórdido. Gracias al uso de la aguada se logra a su vez un gran contraste lumínico que emparenta este dibujo con otros del Cuaderno C en los que también aparecen reflejados presos encerrados en oscuras celdas enrejadas como No lo saben todos (C.95), No comas célebre Torregiano (C.100) o Mejor es morir (C.103).

Este dibujo del Cuaderno C forma parte de la subserie general de 29 dibujos correlativos (C.85-C.114) dedicados a presos y torturados por el Santo Oficio.