Al desierto para ser santo, amén (C.7)

Véase Por no trabajar (C.1).

En el dibujo vemos a un ermitaño, en medio de un paisaje agreste, con una roca detrás de gran tamaño y una cruz a la izquierda de la escena. Va vestido solo con lo que parece un paño de pureza. Se sostiene sobre su pierna izquierda doblada mientras tiene la otra extendida y entre las manos sujeta una calavera, sobre la que se reclina apoyándola en una piedra. Es de los pocos dibujos del Cuaderno C que incluyen de fondo un paisaje para contextualizar la escena, que si no no se entendería bien, ni si quiera por la leyenda. 

Se trata de una escena claramente satírica aunque podría tomarse como una evocación eremítica. Lo que da la pista sobre el sentido del dibujo es la leyenda que Goya escribió en la parte inferior del mismo y que podemos interpretar como una crítica a las órdenes monásticas y a la vida contemplativa de sus miembros.

López-Rey hace referencia a otros autores que, al analizar este dibujo, lo interpretan como una representación de San Jerónimo. De hecho, la composición de la escena le recuerda a otras obras artísticas en las que se refleja la vida de este santo, pues sí que incluye la calavera y la cruz, aunque la piedra penitencial y el látigo faltan en la representación de Goya. No obstante, según López-Rey, el personaje tiene una mirada lasciva que explicaría porque gira la cabeza y da la espalda a la cruz.  

Gassier deja constancia de cómo Goya tratará de nuevo críticamente el tema de la vida contemplativa monacal o conventual en otros dibujos del Cuaderno C, como son: Al menos hace algo (C.8), Si no me engaño, va a dejar el hábito (C.18), Se le murió su amante y se va al convento (C.20) o  Esto dejémoslo como estaba (C.30), entre otros.