El Cid Campeador lanceando otro toro

Véase Modo como los antiguos españoles cazaban los toros a caballo en el campo.

Otra escena de la historia del toreo, en este caso del toreo de personajes históricos. Vemos al Cid, montado en su caballo, clavándole la lanza al toro, que es atravesado por la misma, cuya punta asoma por debajo del animal. En este caso, al igual que en la estampa precedente, la escena tampoco se ubica en un lugar concreto, pues no se dan pistas de dónde puede tener lugar. La obra pertenece al subgrupo dedicado al origen y carácter caballeresco del toreo a caballo (nº 9-11 y 13).

Sobre esta estampa se ha señalado que la vestimenta del Cid resulta anacrónica, llegándose generalmente a la conclusión de que lo que le interesaba a Goya era relatar el acontecimiento desde su personal punto de vista, no presentar los hechos de forma absolutamente veraz. En relación con esto, se sabe que en las funciones reales en la plaza Mayor de Madrid los lidiadores solían vestirse a la antigua y que para los espectadores esos trajes a la antigua pasaban por ser los trajes auténticos de los caballeros.

Esta y las otras dos escenas de jinetes caballerescos con las que forma subgrupo, Carlos V lanceando un toro en la plaza de Valladolid y Un caballero español en plaza quebrando rejoncillos sin auxilio de los chulos, destacan por su movimiento, habiendo sido representada cada una de ellas desde un punto de vista diferente.

Por su composición y temática la estampa se relaciona también con otra de la serie, El animoso moro Gazul es el primero que lanceó toros en regla, aunque aquí el Cid está representado como un caballero más diestro que dicho moro Gazul, ya que agarra la lanza con una sola mano y no con dos como lo hace este.

De la presente estampa existen dos dibujos preparatorios, titulados también El Cid Campeador lanceando otro toro, uno de los cuales tiene la escena representada en sentido inverso a lo que finalmente se hará en el grabado.

Ceán Bermúdez había situado la estampa después de las seis consagradas a los moros y antes de la número 10, que trata de Carlos V. Sin embargo, Goya no lo admitió y decidió dejarla en la posición y orden que él había fijado inicialmente, aunque por ello la serie resultara incoherente desde un punto de vista cronológico, pues el Cid era un personaje muy anterior en el tiempo a Carlos V.