Muerte de San Francisco Javier

Primer apunte dibujado para el lienzo titulado La muerte de San Francisco Javier, pintado por Goya hacia 1771-1772 o poco después y conservado en el Museo de Zaragoza.

Los elementos principales del dibujo, con el precario cobertizo bajo el que se cobija el santo, y su postura reclinada, ya preludian la iconografía del cuadro definitivo. Esta se corresponde con la representación canónica de este santo y misionero jesuita (configurada por autores como Maratta, Poilly o Le Sueur), que introdujo el cristianismo en Japón y que falleció en Shangchuan, isla de la costa de China, en 1552. La recreación de sus últimos días lo sitúa bajo un refugio de cañas y hojas, aferrado al crucifijo que le había dejado San Ignacio de Loyola. En el dibujo, muy esquemático y con leves trazos de lápiz, San Francisco Javier está tumbado y mira al crucifijo, posición reclinada que se relaciona con la de la figura del Plorante tendido de la página 6 del propio Cuaderno italiano, posible fuente de inspiración. En la pintura definitiva, el santo mira a los cielos, dos angelotes lo contemplan desde el tejado de palma y, en el horizonte del mar, se divisan dos naves.

Tanto el dibujo preparatorio como la obra definitiva presentan una composición algo más compleja que la de otro cuadro votivo de idéntico tamaño que Goya pintó por aquellas mismas fechas, Virgen del Pilar, cuyo apunte preparatorio se encuentra, precisamente, en la página contigua del Cuaderno italiano (p. 134). De hecho, ambas pinturas las concibió Goya como pareja, probablemente como un regalo para sus padres a su regreso de Italia, permaneciendo en poder de los Lucientes, rama materna de la familia del pintor, hasta 1926, en que Francisca Lucientes, descendiente del pintor, las vendió a la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, que las tiene depositadas en el Museo de Zaragoza.